24 octubre 2011

Los pibes de los barrios

Un laburo de hormigas

(Por Elcar Eloy Grieco) La vulnerabilidad y el consumo de drogas tienen, en muchas ocasiones, una relación directa en varios de los barrios más carenciados de la ciudad. En algunos casos también se le suman situaciones delictivas, pero no suele ser una constante. Ante la presencia de escenarios de este tipo, existen profesionales que dedican su tiempo a tratar de contener a los adolescentes que son víctimas del apabullante circuito de las sustancias adictivas.

Horacio Tabares es psicólogo clínico y social y preside el Centro Comunitario Vínculo, ubicado hace varios años en el corazón del barrio Santa Lucía. Desde allí realizan trabajos voluntarios para tratar de contener a los chicos del inminente crecimiento del consumo de drogas. “Tenemos que enfrentarnos a un escenario de alta complejidad diariamente. En el barrio existen conflictos y situaciones violentas de larga data, y además prevalece una identidad negativa y mucha falta de pertenencia por parte de los vecinos. A esto hay que sumarle el crecimiento de la circulación de drogas y la lucha violenta de grupos por el control del territorio, más la marginalidad y la exclusión de muchísimos años”, señala Tabares, a modo de descripción de la escena cotidiana que deben desafiar para que la vida de muchos otros tenga “una realidad y un futuro mucho más digno”. Cuenta, también, que trabajan en equipos de cuatro o cinco personas, integrados por profesionales y estudiantes que “lo hacen simplemente para colaborar a conseguir una sociedad mucho más saludable”.
Si bien se realizan algunas actividades desde la Municipalidad en torno a la inclusión social y prevención de adicciones, aún quedan varios barrios de la ciudad sin atención alguna, lo que genera que cada vez sea más difícil controlar, y mucho más aún reducir, la problemática existente. Según Tabares, “lo que el Estado hace no se compadece con el grado de gravedad que adquiere el problema”. “Hay algunos programas nacionales en relación al consumo de drogas pero son relativamente minúsculos y no tienen la continuidad y la proyección que deberían tener. Es como si el Estado hiciera otra valoración en relación a la prioridad que tiene el consumo”, agrega.
“Las políticas públicas deberían tomar, en primer lugar, el tema de la disminución de la demanda, pero también, la problemática de la oferta. Lo ideal sería trabajar con políticas de seguridad, en el caso de las drogas ilegales, y con el contralor del Estado en cuanto a la oferta de drogas legales como el alcohol, el tabaco, los psicofármacos, etc.”, continúa diciendo Tabares en relación a la ausencia de políticas de fondo, programáticas y sostenidas, a lo largo y a lo ancho del territorio argentino, más precisamente en las grandes ciudades donde la vulnerabilidad y la exclusión se hacen mucho más presentes.
Mismo trabajo, desde otro lugar.
Desde las secretarías de Promoción Social y Salud de la municipalidad, se llevan a cabo acciones que tienen que ver con la inclusión de los adolescentes de algunos barrios de la ciudad, más allá de su decisión sobre el consumo o no de sustancias tóxicas. “Nuestro trabajo es poder conseguir accesibilidad a otro tipo de experiencias que a los pibes les permita elegir, a pesar del consumo. No hay planteos morales, trabajamos desde la escucha y el deseo de los pibes y, mientras tanto, elaboramos una estrategia de abordaje con la familia y su entorno”, sostiene Marina Rubio, integrante de lo que se conoce como miniequipos, que son grupos de profesionales y colaboradores que se radican en los barrios e intentan acercarse a los más jóvenes para ayudarlos a elegir un motor de vida. Sin embargo, sostiene que “hay un circuito de la droga que los pibes conocen y transitan, y por lo tanto se hace mucho más difícil”.
El objetivo de los miniequipos es lograr un contacto fluido con aquellos chicos que se encuentran en alguna situación de conflicto familiar, que tienen problemas con las drogas, que se encuentran fuera del sistema o inmersos en el delito. “Lo principal es escucharlos, charlar un rato con ellos, e intentar convencerlos de que se acerquen a alguno de los talleres que realizamos desde la Municipalidad, invitarlos a que practiquen algún deporte o a que intenten capacitarse sobre algún oficio”, remarca Rubio.
“La desescolarización es una de las principales características que presentan muchos de los chicos y la idea es que vuelvan al sistema educativo, sin obligarlos a nada, para que pueden pensar en un proyecto de vida distinto, con otro futuro y básicamente con objetivos”, señala Rubio en relación a uno de los principales escollos que deben resolver. Además, sostiene que “muchas veces los procesos de orientación se complican porque el entorno del chico no presenta muchas herramientas positivas”. Pero agrega: “Siempre aparece alguien de la familia o muy cercano dispuesto a colaborar, ya sea un hermano, una novia, un pariente, pero nosotros tenemos que hacer un trabajo de hormiga para localizarlos y convencerlos”.