ENCONTRARSE A SÍ MISMO
Conectar profesión y
arte no es una utopía
El secreto es saber manejar el tiempo y las ganas para lograr
desarrollarse en medios diferenciados y a veces incompatibles
(Por Dana Leiva) Qué difícil resulta comprender muchas veces que detrás de una computadora, una corbata agobiante, un uniforme impersonal, pilas de expedientes, decenas de demandas laborales, cientos de clientes que presionan y horarios rutinarios a cumplir, se esconden personas. Sujetos únicos con talentos y gustos diferenciados. Individuos que, además de ejercer su profesión, encontraron en la música, el teatro, el canto o en la pintura otra forma de decir, de ser, de vivir y de expresar.
El arte concede estilos de liberación, de escape, de conexión interior; aquel capaz de aprehenderlo goza al conectarse con una armónica, un vestuario, un micrófono o un pincel. Son objetos, pero que se convierten en símbolo de descarga, de cable a tierra y que nada conocen acerca de presiones y obligaciones.
Los mandatos sociales conllevan en ocasiones a volcarse por el deber ser. La necesidad casi biológica de crecer económicamente, de complacer las expectativas y preceptos familiares, lleva a quien recién culmina el nivel secundario a continuar una carrera universitaria tradicional y a conseguir el ansiado título, documento prestigioso por excelencia.
Aún así, muchos profesionales cohabitan simultáneamente con un artista dentro que pretende romper las barreras de lo estructurado e ir más allá de lo instituido. Tal es el caso de Ana María Difrancesco, abogada y actriz cómica, y Emilio Díaz Green, ingeniero en sistemas y músico. Dos historias diferenciadas pero con un mismo correlato: el amor por el arte, aquel íntimo sentimiento que afloró y no les impidió convivir con sus profesiones.
“Cuando me preguntan a qué me dedico digo que tengo dos profesiones”, sostuvo Difrancesco, y agregó: “Una es la que me da de comer, la abogacía y otra la que me alimenta el espíritu, el teatro”. Siguiendo esta línea, Díaz Green comentó: “La profesión me da una estabilidad económica y puertas a nuevos desafíos. La música también, pero en diferente medida”, y añadió: “Escribiendo algo en un papel o dejando liberada la mente al ritmo o a la nota que se me ocurra, dejo que la música me lleve a ponerme mucho más en contacto conmigo mismo y esto no me sucede en el trabajo”.
Al parecer, el arte se convierte en aquel escaparate tan terapéutico que se torna necesario, sin perder de vista lo positivo de combinarlo con la profesión. “El teatro me hace mejor abogada porque me ayuda a entender y escuchar más a la gente y a desestructurar la profesión”, expuso Difrancesco.
La falta de tiempo aparece como único factor obstaculizador en el binomio arte-profesión. “Muchas veces la música y el trabajo chocan de frente por problemas de tiempo que siempre falta”, manifestó Díaz Green. De igual manera, Difrancesco sostuvo que los ensayos se hacen difíciles por la misma cuestión. Aún así, la actriz parafraseó: “Sarna con gusto, no pica”.
Encontrarse a uno mismo funciona como el denominador común del artista y la clave pareciera ser liberar tapujos externos. “En la vida no hay que dejar de hacer las cosas que uno le gusta por pensar cómo queda”, reflexionó Difrancesco. Por su parte, Díaz Green sostuvo que es imprescindible ser fiel a lo que uno siente y darse el espacio para dejarse llevar por esas sensaciones.
Al parecer el desafío pasa por atreverse a exteriorizar ese talento que puja por salir, cualidad que no necesariamente debe ir a contramano de un trabajo o una profesión determinada. Después de todo, ¿Quién dijo que no se puede ser libre y disciplinado al mismo tiempo?