LA HISTORIA DE EL CIUDADANO
Una sociedad anónima
con nombre y apellido
Con más de diez años de vida, el diario rosarino está en crisis.
El responsable de todos los conflictos fue Eduardo J. López.
(Por Jazmín Levi y Jesica Salvat) El diario El Ciudadano existe hace más de diez años en Rosario, rodeado de pujas, engaños y situaciones laborales precarias que son parte de una historia que algunos prefieren olvidar. En determinados momentos estuvo presente la posibilidad de que el multimedio La Capital no fuera la única voz de la ciudad, pero la realidad fue que las corporaciones patronales se encargaron de hundirlo y junto con él a sus trabajadores. Todo ello a partir de una sociedad fantasma que se dio a llamar Nifadel S.A, una empresa offshore que fue creada para esconder al verdadero dueño, al que no se le pueda reclamar nada, es decir, al ex presidente del Club Atlético Newell’s, Eduardo José López.
Para la justicia, el responsable de Nifadel S.A era Miguel Ángel Tardío, presidente de la misma y director del diario. En términos de legalidad Eduardo López no existe, aunque su condición de propietario era un secreto a voces. Trabajadores, sindicalistas, y hasta su propio abogado defensor en esta causa, coincidieron en que todo estaba planteado con una estructura económica, jurídica y contable pensada para que López se deshiciera de El Ciudadano sin tener que rendir cuentas. Un empresario que eludió a la justicia y que logró vencer a la opinión pública.
El Ciudadano & La Región nació en 1998 de la mano de Orlando Vignatti y comenzó a producirse en las oficinas actuales instaladas en Dorrego y San Luis. En ese primer momento, el diario salió a disputarse con La Capital, pero un año más tarde, Vignatti se asoció con Daniel Vila y José Luis Manzano para conformar el Grupo Uno, propietarios también de La Capital, LT8 y LT3. En ese contexto, tenían pensado cerrar El Ciudadano y abrir una revista, pero para eso tenían que reducir el personal.
Entonces, a las mentes maquiavélicas se les ocurrió una mejor idea: dejar el diario a cargo de un nuevo socio, Eduardo José López. Hasta este momento la redacción seguía funcionando en el edificio original. “El local no es de López, es de Vignatti. Pero brindándole el lugar allanaron el camino para que se hiciera cargo del sueldo de los trabajadores. Es más, El Ciudadano se imprimía en La Capital, con un costo simbólico”, expresó Juan Pablo Sarkissian, cronista del diario e integrante de la comisión directiva del Sindicato de Prensa de Rosario, sintetizando el comienzo de la historia que padeció desde la fundación del medio.
Sarkissian explicó que al hacer la transferencia de El Ciudadano a López, se construyó Nifadel S.A. En relación a esto, Manolo Robles, ex empleado del diario agregó: “Miguel Ángel Tardío era un tipo que laburaba para López, el capataz del Bingo. En el directorio de Nifadel S.A figuraba gente que integraban la barra brava de Newell’s, personas insolventes”. Así se iniciaron los conflictos y la lucha de los empleados para poder mantener sus fuentes de trabajo y que 150 familias no quedaran a la intemperie, lo que era casi imposible ya que el capital accionar de la empresa Nifadel S.A, era de 12 mil dólares y con eso no se pagaban ni cinco indemnizaciones. Por esa razón, López llevó a la empresa a un concurso preventivo de convocatoria de acreedores. Claramente las deudas superaban a los bienes activos.
El ex dirigente de Newell’s se vio obligado a mudar la redacción, y el nuevo espacio físico era el Bingo de Entre Ríos y San Lorenzo, lugar que refaccionó y donde comenzó otra etapa de El Ciudadano, que siguió imprimiéndose en La Capital. En este entonces, López se resguardaba negando ser el dueño del comercio, pero los trabajadores sabían que no era cierto, tal cual lo explicó Sarkissian.
Después de varios años de soportar una situación laboral lamentable, en el 2007 los trabajadores se encontraron con que El Ciudadano decretó la quiebra y había cerrado sin previo aviso las puertas de la redacción. Al respecto, Robles declaró: “Llegamos un sábado por la mañana a trabajar y estaban las persianas bajas, habían enviado cien telegramas y a 150 trabajadores no nos llegó nada”.
Fabio Cerrutti Sacco, apoderado legal de López, sintetizó el conflicto en diálogo exclusivo con La revista de Tea. “El problema fue muy simple, no había guita”, expresó, haciendo responsable de lo sucedido, de manera explícita, a López. Para sorpresa de muchos, Robles coincidió con el abogado y añadió: “Cuando López perdió las elecciones en Newell’s dejó de pagar los sueldos”. Dicha declaración fue afirmada por Cerrutti Sacco quien agregó: “Los tironeos fueron siempre por lo mismo, por la falta de salarios, no había otra cuestión”.
Según su abogado defensor, López generaba situaciones de tirantés con la gente, porque los convocaban a la audiencia, iban pero sólo para ganar tiempo. “Les decíamos el 24 cobran todo y después llegaba el 24 y no había plata”, confirmó Cerrutti Sacco. Del mismo modo, explicó en términos legales que la gente cobraba sólo un mes vista. Esto quiere decir que tenían que recibir el sueldo del uno al diez en el mes de mayo y los empleados cobraban en abril o junio pero el 24, por lo que se generaba un mes y medio de atrasos constantes. “Para pagar los sueldos, el dinero se sacaba del club. López es, fue y será siempre deficitario”, declaró.
Respecto a la intervención que tuvo el Sindicato de Prensa en el conflicto, Estela Hernández, secretaria gremial, lo definió como aglutinador, representante, negociador y encargado de la logística y organización. Los dichos fueron avalados por Sarkissian, quien detalló que los gastos ocasionados para mantener al diario en pie durante los meses del vacío de poder fueron cubiertos por el Sindicato. Robles también resaltó: “Es una organización democrática, siempre tomó decisiones a partir de la discusión en asambleas, hicimos todo en conjunto”.
Así fue como los trabajadores combatieron hasta el final para poder seguir manteniendo vivo a El Ciudadano. A partir del cierre que se produjo por culpa de López y compañía, la justicia dictaminó que el diario podía seguir funcionando, y lo que se recaudara de esa venta, distribuirlo para los salarios. Por lo que los dirigentes hicieron un aporte solidario y pudieron mantener la obra social, independientemente de que no se pagaran los sueldos.
Después de seis meses de esta situación, en el 2009 Orlando Vignatti, también dueño de “Ámbito Financiero”, volvió a absorber el diario y a sus 67 empleados, tras declarar a Punto Bis: “Sentía que tenía una deuda con esa gente que me había ayudado en el primer momento de El Ciudadano”.
Aunque legalmente, al igual que hace diez años atrás, el propietario sigue oculto. Quien figura ante la ley como patrona de la nueva empresa “El Ciudadano & la Gente” es su hija. Continúa en las mismas manos, con los mismos riesgos. La compañía ofrece a sus operarios condiciones paupérrimas, resignándolos a perder la antigüedad, y restando un 30 por ciento del sueldo como convenio durante los primeros seis meses de existencia del flamante medio. Pero detrás de todo esto se logró el público conocimiento de qué clase de calidad es la que brindó a sus empleados Eduardo López y cómo es el mecanismo que utiliza el Grupo Uno para explotar al máximo a la prole profesional de prensa.
La batalla que generaron los trabajadores en defensa de sus derechos es un claro ejemplo, mientras los patrones revelaron, una vez más, el poder y la impunidad que tienen. La justicia argentina debe condenar a Eduardo López por estafador y corrupto, pero por el momento no ocurrió. Manolo Robles dijo no perder las esperanzas, y se definió como una persona optimista. “Yo tenía esperanzas con la Ley de medios y salió, tenía fe en que cambien determinadas cuestiones y cambiaron, que se condenen a los represores de la última dictadura y también se están juzgando, por eso siempre tengo esperanzas”, fueron las palabras con las que concluyó Robles. Entretanto, del otro lado, con total seguridad, Cerrutti Sacco afirmó: “Eso fue hace mucho y quedó en la nada, como todo en este querido país”. Y, respecto de las posibilidades que existen para retomar la causa, definió: “Eso ya no existe. En mi opinión, tener el diario El Ciudadano fue únicamente un capricho de López. Lo tuvo y listo, se desligó de él”.