DISCONFORMIDAD CIUDADANA
No existe información
clara en los electores
Los sufragantes no conocen quiénes serán los precandidatos
de las elecciones del 22 de mayo. Prima el ateísmo político
(Por Dana Leiva) El descreimiento sobre quiénes gobiernan el país es abismal. Las encuestas arrojan resultados sumamente negativos ante la pregunta: “¿Cree en los políticos?”. El común de los ciudadanos contesta que la falta de confianza radica en la deshonestidad y en la búsqueda de intereses personales que persiguen quienes ejercen el mando del Estado.
“No creo en los políticos por corruptos, por la falta de ideales, por las trensas internas”, declaró Amelia Luezas, arquitecta. “Aparecen durante la campaña y después se hacen humo”, manifestó Martin Robles, bancario. Carlos Campos, carpintero, aseguró: “Muchos nos robaron todo lo que teníamos”.
Es claro que si se revisa en el historial político salen a luz hechos de corrupción, de coimas, de enriquecimiento ilícito y de contrabando, entre otras tantas acciones ilegales que tuvieron a los gobernantes como protagonistas. A partir de ello, se cristaliza el repudio al quehacer de los políticos, caracterizados de mentirosos, ladrones y poco confiables.
Paralelamente, la población no conoce quiénes son los aspirantes a los cargos a renovar a partir de los próximos comicios del 22 de mayo. Pareciera que en las elecciones el compromiso a informarse se reduce sólo a lo que respecta al poder ejecutivo. Cuando se pide a un ciudadano que, a través de una encuesta, nombre a tres precandidatos a Diputado provincial, tres aspirantes a Senador departamental y a tres posibles Concejales por la ciudad de Rosario, la mayoría no sabe qué contestar. Sólo una persona, Juan Manuel Castelvi, contador y estudiante, fue quien llenó el espacio en blanco sin titubeos. 21 individuos de 22 encuestados contestaron incorrectamente, a medias o bien, dejaron el espacio en blanco. “¡Qué vergüenza, no sé ni uno!”, exclamó la psicóloga Camila Ferrato.
Se genera una especie de bache en lo que respecta al poder legislativo, tanto provincial como local. Se subestima la importancia que confiere aquel poder estatal y la población se olvida que desde allí se erigen leyes y ordenanzas que construyen derechos ciudadanos. A partir de este desconocimiento conciente, puesto que quien desea puede informarse, se abuchea lo ignorado y se desaprueban políticos anónimos, desconocidos.
El ateísmo político que prima en estos días debe ser puesto a crítica. Si realmente se desea un cambio en lo que respecta a un proyecto de ciudad, provincia o país, el compromiso incumbe a todos. El deber civil no empieza y culmina cuando se introduce el voto en una urna. El actuar ciudadano tendría que centrarse básicamente en la cooptación de información. Es incoherente repartir juicios y opiniones negativas si no se conoce hacia quién o quiénes van dirigidos los reproches. Es cierto que los políticos cometen errores y que muchos de ellos se han beneficiado a costa del aporte ciudadano, pero también es correcto suponer como sostuvo Luezas que la política es un mal necesario. Sin ella no se puede forjar siquiera una mínimo horizonte de cambio. Sin política, el caos se apoderaría de lo social y los ciudadanos se convertirían en meros sujetos desorientados, carentes de normas.
Pensar, informarse, conocer, aprehender, comprometerse, son quizás algunos caminos superadores. Probablemente así, en los próximos comicios del 22 de mayo, el aporte del sufragio tenga su justificación o por lo menos el elector sepa a quién se le otorga un voto de confianza.