18 octubre 2010

El Irar, un problema mayor

¿Cómo reinsertar al que
nunca logró insertarse?
El Irar es un centro de rehabilitación para menores, pero
por diferentes razones termina pareciéndose más a una cárcel

(Por Florencia Choternasty, Celeste Martino y Juan Torresi) El Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario (Irar) es uno de los grandes déficits que el gobierno provincial de Hermes Binner posee sobre los jóvenes en conflicto con la Ley Penal. El Irar está ubicado en Saavedra y Cullen, en la zona noroeste de la ciudad. Desde afuera y a simple vista los muros recubiertos con alambres de púas y el enorme portón custodiado hacen que el lugar sea inconfundible. Una vez que se atraviesa el pasillo principal y se ingresa a los sectores, el olor y el desorden crecen a cada paso, sin mencionar que cada habitación está totalmente cerrada con rejas. Allí se comienza a observar la incapacidad del lugar para albergar a los chicos.

“Si van a tener contacto con los jóvenes tienen que despojarse de los objetos de valor”, advierte el carcelero, Jorge. Con una fuerte presencia policial en cada rincón del lugar, los gritos de los jóvenes y la fuerte música dan la primera impresión de que no se trata de un centro de recuperación. La capacidad física del Irar es de 50 chicos aunque hace cinco años ha llegado a alojar hasta 70. “Se dice que el número normal es de 30 a 35 pero hoy tenemos 47”, aseguró Mauro Testa, acompañante juvenil del instituto. Los menores son agrupados según el delito que hayan cometido o si se trata de un caso de reincidencia. “Se los separa para que los que ingresan por primera vez no sufran contagio”, explicó el policía Jorge.
El instituto de rehabilitación no cuenta con camas, en su lugar los jóvenes duermen en tarimas de cemento. “Las habitaciones o celdas son de dos por dos, entonces los chicos duermen prácticamente hacinados”, calificó el acompañante terapéutico.
En el Irar trabajan varias personas encargadas del bienestar psicológico de los chicos desde hace tan sólo dos años. Se realizan varios talleres para dispersarlos y mantenerlos, por momentos, alejados de su realidad. De este modo los acompañantes juveniles buscan la contención de los internados, ya que sólo reciben la visita de sus familias una vez por mes. Además el edificio cuenta con aulas dedicadas a la enseñanza de los niveles primario y secundario para insertar a los chicos en el sistema. Sin embargo, por lo general no se utilizan.
Un problema que es de todos y de nadie
El Irar es una situación que incomoda a las autoridades provinciales y además da la sensación de generar un discurso grabado. “Se van hacer dos centros que van a estar en el área del gran Rosario, y uno en Venado Tuerto, de esta manera el Irar va a pasar a ser una cárcel de mujeres”, aseguró el gobernador, Hermes Binner. Sin embargo en el 2006 esta reforma fue aprobada por los diputados de la Provincia, y por el momento todavía no se ha comenzado con este proyecto.
En tanto, el intendente de la ciudad, Miguel Lifschitz, se mostró muy poco interiorizado respecto de la situación del instituto, casi al borde del desinterés. En contraste con las declaraciones de Binner, en las que aseguraba ya tener un lugar predestinado a la nueva obra, el jefe municipal no lo confirmó. “No estoy demasiado al tanto, pero sé, por lo que me ha dicho el ministro de Justicia, que se está avanzando en la búsqueda o en la construcción de un predio en alguna localidad por aquí cerca”, explicó. Además, admitió que no recuerda “bien cuál es”.
En la actualidad hay una gestión mixta entre el poder político a través del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos con la Secretaría de Asuntos Penales. Ambos organismos son los encargados de regular a las cárceles pero no a los centros de rehabilitación.
Si hay un punto en el que convergen todas las críticas, es en la falta de espacios recreativos del Irar. Según Fabricio Simeoni, encargado de desarrollar talleres de poesía en el instituto, el mismo “hoy por hoy parece más una cárcel y es evidente, desde una primera consideración, que no podemos tener a los chicos encerrados”. El filósofo agregó que el edificio no es acorde a los requerimientos de un centro de rehabilitación.
Por otro lado, Mauro Testa planteó como máxima cerrar el Irar, “ese edificio que no sirve para nada”, y construir otro tipo de contención edilicia. La falta de espacio físico, sumada a la gran cantidad de chicos y escaso personal, no da lugar a la realización de actividades. Esa situación genera que “se vuelva a la violencia”, porque no se logra contener toda la ansiedad de los chicos a través de la escucha o de las recreaciones cortas.
Actualmente el Irar no posee espacios en donde se les pueda enseñar un oficio a los menores, como panadería, electricidad, carpintería, etc. “No hay áreas para que los jóvenes salgan con una profesión y valoren lo que es el trabajo”, criticó el oficial Jorge. Para el policía, el establecimiento tiene espacio para realizar polideportivos donde haya canchas de fútbol y básquet. Sin embargo, los terrenos que existen en la actualidad están ocupados por una granja que ayuda al esparcimiento.
Una de las soluciones que se plantea, es construir varios lugares similares a hogares, cerca de los barrios para alojar a los chicos. “La intención es que los menores no se alejen mucho de sus familias y sus raíces”, remarcó Testa. Si esta medida no es viable, la idea sería realizar otro instituto, pero con otro tipo de dispositivos. Es decir que no haya rejas ni celdas, y sí camas en lugar de las tarimas de cemento. El propósito principal es que “no sea una cárcel porque la cárcel genera presos y el preso está visto que nunca se va a corregir”. “La cárcel no está para corregir a las personas, sino para esconderlas”, aseguró el acompañante.
Un análisis más profundo
Simeoni es el encargado de llevar adelante el único taller literario en el centro de recuperación. Más allá de los actuales problemas edilicios y de la falta de preocupación por parte del Estado respecto a los jóvenes que se encuentran en el establecimiento, el titular del espacio recreativo plantea y propone un análisis social del conflicto.
“Hay que tener en cuenta que estos chicos jamás fueron habilitados, por lo tanto es imposible que alguno de ellos salga rehabilitado del instituto”, expresó Simeoni. Por otra parte, agregó que es muy importante el vínculo con la familia y que es un desarraigo “demasiado perverso” que además del encierro el desvínculo sea tan elocuente.
En relación al deber del Gobierno provincial para con los jóvenes, el escritor fue contundente: “La Provincia como parte de la sociedad le debe varias respuestas a estos chicos”. Asimismo, aseguró que no son los menores quienes están en conflicto con la ley, sino la ley en conflicto con los mismos.
Para Simeoni, el taller que brinda es una herramienta para que desde lo artístico los internos encuentren una forma de rehabilitarse y de soportar, al margen de la evasión, que a veces es necesaria, la carga de la privación. A esto se le suman otras formas de enajenación que, por supuesto, y desgraciadamente, también se las otorga el afuera, y a veces en mayor medida.
Es claro que los internos no consiguen rehabilitarse en el instituto, también queda en evidencia la falta de espacios recreativos para enriquecer el espíritu de los jóvenes. A esto se le suma la inexistencia de talleres que enseñen un oficio para que exista una integración a la sociedad de una manera digna. Resulta necesario que la institución sea manejada por un personal ajeno al servicio penitenciario, más capacitado para promover la inserción y la recuperación de los menores.
El problema de Irar parece girar de un lado a otro sin que nadie se haga cargo. Existe una desconexión entre el municipio y el gobierno provincial. A su vez, y según Simeoni (que ve el conflicto desde adentro), hay una incompatibilidad por parte del servicio penitenciario y la figura de los acompañantes juveniles. Pero el mayor problema, como dijo el oficial Jorge, radica en que, más allá de las constantes peticiones sin respuesta, “el Irar no entra en el presupuesto de la Provincia”.