De tu cabeza a la pantalla
en la escuela de animación
Una propuesta abierta a la imaginación, donde transmitir
desde el arte y la cultura, un nuevo modo de expresión
(Por Carolina Marani) “El dibujo animado es una necesidad del realizador mismo, que lo lleva a elegir el medio animado como el más adecuado a su expresión”, explicó Leandro Arteaga, artista y profesor de la Escuela Para Animadores. La organización funciona en Rosario desde el año 2006, gracias a la iniciativa que compartieron el Centro Audiovisual Rosario, la Comunidad de Animadores de Rosario y la Isla de los Inventos. La idea inicial fue recuperar a todos aquellos animadores autodidactas que enriquecían este arte en la ciudad, además de convocar a todos aquellos que quisieran formarse en esta actividad. En estos momentos, la Escuela Para Animadores, comprende un taller de 7 meses de duración, donde podrán capacitarse 30 rosarinos mayores de 18 años, a través de diferentes clases, teóricas y prácticas, dictadas por dibujantes que se encuentran trabajando en esta materia.
Arteaga prosiguió: “La animación es artística porque primero es cine, porque se debe conocer el lenguaje audiovisual para articular una comunicación, ideas, motivaciones; y también porque es dibujo, ilustración, pintura, escultura y tanto más; siempre en función del tipo de animación preferido”. De esta manera, afirmó que de ello se desprende su inmanencia cultural, su interacción y dinámica social. El dibujo animado es transmitido por el profesor como expresión de la cultura y el arte, un lenguaje plagado de ambos aspectos inseparables del ser humano y su actuación en sociedad: “La actividad artística es siempre cultural, mientras que no necesariamente ocurre a la inversa”.
El ex alumno Nicolás Ortíz, relató que la Escuela ya comenzó a gustarle cuando vio sus “ladrillitos” y el “dibujito” en la puerta, “toda rodeada de verde y río” en el folleto que le acercaron en Gral. Roca, Neuquén, su ciudad de origen: “Vine a Rosario a estudiar para ser animador, y la Escuela cumplió todas mis expectativas”. “Yo esperaba esa humildad de los artistas y animadores, un contacto humano más fiel y no tan frío como ocurre en los institutos de Capital Federal”, contó y explicó que conoció gente que disfruta mucho lo que hace y logra transmitirlo.
Retomando sus incursiones en la materia, Ortíz señaló que la animación no implica llegar al éxito, que su modalidad como arte y como profesión, implica cooperar, ya que no se trata de saber más que el otro, sino que lleva implícito el compartir. Esto, según dijo el ex estudiante, se aprende desde el comienzo, con profesores que no demostraban nada en particular, que se mostraban como eran, con una larga trayectoria y haciendo todo “a pulmón”. “Más que nada Pablo Rodriguez Jauregui, él impulsó todo eso”, exclamó y comparó al grupo humano con aquello que da nivel a la animación en Rosario, lo cual “se mide con lo humano y con la experiencia”.
La Cooperativa
La Cooperativa de trabajo para Animadores funciona desde el año 2008, con la idea de transformar dicho arte en un medio de vida. “Permite pensar a los alumnos en insertarse en la animación y trabajar de eso”, explicó Ortíz. El egresado puede optar por participar o no de la Cooperativa y trabajar de los proyectos que nazcan y lleguen a esta organización. Lo que se lleva adelante varía entre las producciones para televisión y la publicidad y, según explica el ex alumno, suelen surgir proyectos pedidos desde el exterior. Nicolás forma parte de esta iniciativa desde su egreso y asociándose a sus compañeros pudo producir el cortometraje ‘Días’, que competirá en el festival de Cine Latinoamericano de Video de Rosario, el cual tendrá lugar en septiembre del corriente
“No es una relación de trabajo como la de una agencia seria, cada uno tiene su libertad de hacer, por ejemplo se está produciendo Cabeza de Ratón, un programa de TV que lanza su tercera temporada en octubre de este año por Canal 5 de Rosario”, dijo Ortíz, y aclaró que muchas cosas y proyectos son “pensables” al formar parte de la Cooperativa. Para crear el programa de TV, por ejemplo, desde la organización se arman equipos donde cada uno sabe lo que debe hacer. “No hace falta que nadie te exija nada, vos ya sabés que te toca y sale bien así”, resumió el animador.
Las herramientas de animación son de las más básicas a las más complejas. Varias hojas, una mesa con un vidrio y una luz debajo, y un lápiz. Con eso ya se puede generar el movimiento mágico en los ojos del que lo mira. “Lo realmente mágico es que esas imágenes fijas reproducidas una detrás de la otra te hagan creer que algo se mueve, den vida”, exclamó Ortíz y describió que se trata de una herramienta creativa muy amplia, aunque siempre dependa de la cabeza de haya detrás de la misma. “Tenés que poder transmitir ideas y sentimientos con todo eso”, concluyó al respecto.
La animación, el artista y el espectador
“La animación ofrece todas las posibilidades que la investigación misma sobre el medio descubre”, reveló Arteaga. La pasión por el arte de parte de su creador no encuentra diferencias en el mundo digital, desde el cual pueden transmitirse las emociones más profundas, las concepciones más idealistas, las expresiones más realistas. “El realizador comienza a indagar en el medio animado y no necesariamente prosigue un plan trazado, sino que desde la misma adquisición del saber narrativo se redescubre a sí mismo, potencia su hacer hacia lugares antes no pensados”, expresó el artista. Y añadió: “Es el caso de quienes son pintores y encuentran en el medio animado un lugar completamente novedoso”.
Este tipo de expresión artística es la elegida por varios jóvenes con ánimos de crear y transmitir. “Permite crear de forma solitaria o con pocas personas, no hacen falta grandes prepuestos, ni tecnologías, y podes crear historias fantásticas sin problemas, sin tanto esfuerzo”, expuso Ortíz y agregó que la diferencia con el cine es que llevaría mucho trabajo, gente y dinero hacer por ejemplo un “castillo volador lleno de personajes mágicos”. Comentó que en Rosario se está “despertando de apoco” a la animación, a que la gente consuma las producciones locales. Sin embargo, reflexionó: “Obviamente todavía es más tentador ir a ver al cine Toy Story 3”.
Algo similar a lo que ocurre actualmente con la animación digital sucedió con las vanguardias de los años '20, en donde la pintura nunca dejó de expresar su admiración hacia el cine, integrándolo a sus búsquedas. Sin embargo, Arteaga aclaró que el cine no es pintura, tampoco ilustración o dibujo, sino cine. “Y el cine animado es una de las muchas maneras esenciales de ser que tiene el cine. El dibujo animado no es algo distinto, sino cine”.
Para ser un buen animador, Ortíz aclaró que hay que depender de la voluntad y del realismo con el cual se tomen los procesos y la capacidad para, sin salir del valor artístico, conseguir dinero por este medio. “Hay artistas que tienen guardada la magia en la mesita de luz por no saber como manejarse”, expresó. “Yo vivo mi vida como artista por ejemplo, apreciando una hoja de otoño tirada en el agua, un semáforo que se enamora de otro, una lluvia que puede subir desde el piso… Y todo eso va a parar a alguna forma de creación que me este acompañando, eso es animar”, relató. Sin embargo, para lograr efectos realistas, según indicó, el autor debe ser un observador: “Saber como se mueven las cosas, cómo rebota una pelota, como camina una persona en estado sigiloso”.
El realizador debe tener, según Ortíz, una cabeza ordenada, que debe registrar y estudiar el tiempo, el dibujo y las ideas. Aunque agregó: “La animación o el arte experimental a veces surge probando y dejándose llevar”. Lo ideal es, según expresó, lograr un equilibrio entre la fantasía de hacer lo que “a uno le gusta”, con la realidad de que eso funcione correctamente: “es decir, hacer esa fantasía una realidad”.
En cuanto a lo que este medio de expresión artística ofrece al espectador, Arteaga lo resumió desde una mirada de escenario, explicando que eso es algo que anida en la cabeza de quien mira y escucha. “Por mucho que el autor proponga, el espectador siempre subvierte”, aclaró. Y sumó a esto un sentimiento rebelde: “El cine animado, podríamos decir, es cine de la subversión, que atenta contra toda lógica”. Cada espectador podrá sentir que esta modalidad de hacer cine es la simulación plena, la de dibujos que “cobran vida” y que son capaces de desafiar el mismo medio del que son parte. El movimiento cultural que la animación imprime, trasciende al movimiento obligado que debe hacer la mentalidad del público que recibe y participa de este arte.
En este sentido, el artista relató que los espectadores pueden vivenciar propuestas siempre diferentes, desde los pulsos dibujantes distintos de quienes realizan. Y es así como pudo sintetizar que cuanto mayor sean las diferencias, mayor será la pluralidad. “El espectador que no pueda disfrutar de propuestas animadas, antes que espectador sería un autómata, sentenció. Y concluyó sin dejar lugar a más declaraciones: “El cine animado es el que, quizá, mayor anclaje tenga con el mundo de los sueños”.