08 noviembre 2010

La difícil tarea de contener a los alumnos en conflicto

“Enseñar no termina
en lo pedagógico”
La falta de profesionales complica el desarrollo de los chicos en las
escuelas. No hay seguimiento y las autoridades miran para otro lado


(Por Carolina Marani y Diego Salum) Marina es docente de un quinto grado de la Escuela primaria N° 6063. Cuenta que cada día llega al colegio sabiendo que va a “lidiar” con aquel niño que se sienta en el último banco de la ventana. Proyecta que no se quedará sentado, que arrojará útiles a sus compañeros, que tirará el cabello de las alumnas y que dirá innumerables insultos a su maestra. La maestra también dice que, al culminar el día, no habrá podido hacer nada por él, que las niñas llorarán angustiadas, los niños se habrán exaltado, los contenidos quedarán dormidos en su carpeta, que la directora le dirá una vez más: “Tenemos que mantenerlo dentro de la escuela como sea, hacé lo que puedas”. Sabrá también que no pudo prestarle atención a aquella nena silenciosa que nunca trae mochila, porque los tiempos no alcanzan para preguntarle por qué llora o ayudarla con las cuentas.

El interrogante que desbordó a la maestra de quinto grado fue sencillo: ¿Qué ocurre cuando ser docente no alcanza? Marina aseguró que es imposible pensar al docente como madre/padre, enfermera/o, psicóloga/o y curandera/o. Aclaró también que no se trata de falta de voluntad, sino que “los superhéroes sólo viven en historietas”. “En la escuela vemos muchas cosas todos los días, y nos sentimos atadas por no poder hacer algo que supuestamente trasciende los límites de la educación”, explicó. Y remarcó: “Algunos no creemos que exista ese límite”.
Alicia, vicedirectora de la Escuela Primaria “Hogar Maternal” N°1, luego de explicar que otro niño quedaba sin banco por falta de vacantes, aclaró: “No podemos ingresar o tener acá a chicos con grandes problemas”. Alejandra, la madre del niño que debió buscar un nuevo establecimiento educativo, dijo que en la mencionada escuela le habían dicho que les resultaba “imposible” sostener a un alumno “con la conducta” de su hijo. “Tuve que buscar otra escuela, así a último momento me lo dijeron, sin saber siquiera si pasó de grado o no”.
Alicia reclamó: “Nosotros no tenemos equipo interdisciplinario, aunque nos hace mucha falta por la población que tenemos”. Describió a los chicos del barrio como provenientes de hogares con muchas carencias: “Lo lamentamos, pero no podemos hacer más de lo que hacemos”. La vicedirectora comentó: “Preferimos que los padres los envíen a escuelas más cercanas al barrio o a su casa, porque pensamos que pueden contenerlos más que nosotros”.
Por su parte, Silvia, directora de la Escuela Primaria N° 6063, exclamó que decir que no hay grupos interdisciplinarios en la escuela “es no saber”. Y disparó: “Nosotros tenemos y está trabajando con el chico”. Marina, docente del mismo colegio, dio su versión sobre el tema: “El grupo interdisciplinario del que habla la directora es un equipo móvil que ve al chico una vez a la semana, pero lo hace a puertas cerradas y no deja participar a nadie de la escuela”. Finalmente remarcó que dicho equipo no da ninguna devolución que ayude a trabajar con el niño, “ni nos informa cuáles son los problemas reales que tiene”.
La docente relacionó la falta de cargos profesionales con las respuestas que debe darle a los niños que habitan cada día su salón de clases. Dijo también que le resulta muy difícil trabajar sin herramientas, ya que no puede “construir las historias” de sus alumnos para poder trabajar mejor. “La directora me dijo que debía sostener al alumno como sea. Aunque no pueda manejarlo”, comentó y agregó que esto no la realizaba en su labor y su obligación de educadora.
Docentes y directivos coinciden en la necesidad de cargos de especialistas en las escuelas, los cuales permitan el abordaje de aquellas situaciones que exceden al docente. “Sería muy bueno poder contar con más profesionales, con un gabinete para poder acompañar a los chicos y sus padres de otra forma”, explicó Gabriela, vicedirectora del Jardín de Infantes N°5. Reconoció que como institución se tienen limites, “pero de recursos, no de voluntad”.
Respecto a los cargos, Gabriela mencionó que es muy difícil que salgan cargos “de este tipo”, aunque rescató: “Tenemos el de asistente social, pero se categoriza como no docente, un profesional reconocido como portero”. Aclaró que éste y otros límites institucionales los han hecho perder a varios profesionales, debiendo comenzar nuevamente con el trabajo con las familias. “Eso sin contar la necesidad de un psicólogo o un psicopedagogo que pueda articular el trabajo de este profesional”, comentó.
Susana, directora del mismo establecimiento, dio su veredicto al respecto: “Hay cosas que trascienden lo pedagógico, no podemos ocuparnos de cuestiones que se encuentran más allá de lo educativo”. Y resumió: “La escuela tiene sus límites”.
Desde otro punto de la ciudad, Sandra, directora del Colegio “San Miguel de Garicoits”, dijo que era muy difícil para ellos atender todos los casos que llegan a la institución. “Somos muchas las escuelas que, aunque estemos en el centro, tenemos poblaciones con mucha carencia, ya que tenemos comedor, horario extendido y otros servicios de contención”. Dijo que se encarga de entrevistar situaciones especiales y pedir las becas para los chicos que “considera” que la necesitan. Sin embargo, reflexionó: “Me preocupa no poder asesorar o dar algunas otras soluciones a problemas sociales, yo no sé nada de eso”.

¿Sólo lugar para sumas y restas?
Fiorella corre hacia su maestra, la abraza, le muestra el garabato de su cuaderno, le pide que la peine. Vanesa, docente del Jardín N°5, sonríe y hace a la vez todo lo que la niña pide. Su alumna se va con una sonrisa, mientras se pisa los cordones de las zapatillas, algo grandes para sus pies y con sendos agujeros a la altura del dedo gordo. “La escuela no está solamente para los contenidos, somos mucho más, y es necesario que todos lo comprendamos”, explicó mientras guardaba en el armario las galletitas que habían sobrado de la merienda. “¿Por qué se le pide tanto a la escuela? Porque la escuela lo puede dar”, sonrió.
La escuela es el lugar donde todo comienza, explicó Natalia Ruíz Díaz, trabajadora social escolar. Y describió que allí aparece el abuso, el abandono, la angustia, la soledad, la violencia. “Es muy difícil trabajar cuando uno está solo, porque es complicado derivar, en la mayoría de las escuelas no hay profesionales y buscar gente afuera pone distancia, ya que la familia es la que debe movilizarse”, relató la profesional.
Según explicó Ruíz Díaz, es muy necesario contar con un equipo de expertos en la escuela, porque la educación no se termina en lo pedagógico. Lo social se incluye en cada aspecto de lo educativo, y la familia busca contención desde lo más cercano.
La trabajadora social afirmó: “También ocurre que la escuela es la principal denunciante de situaciones que ocurren con los chicos, y la institución funciona muchas veces como la única forma de acercamiento a prevenir o alejar cualquier riesgo que pueda acechar a los niños”. Por esto, aseguró que es necesario tomar en cuenta que trabajar desde un colegio implica no sólo transmitir hábitos, enseñar contenidos, contener pedagógicamente. Implica, también, incluir al niño y su familia en una institución que “organiza, contiene, ayuda, responde y protege”.
En lo referido a la labor docente, Ruíz Díaz aseveró que deben estar calificados o adaptados a las nuevas situaciones, “pero no pueden hacer todo”. “No pueden ser maestros, madres, enfermeros, psicólogos, trabajadores sociales, sino que la idea es armar un equipo que trabaje por sostener todos los aspectos del niño”, afirmó.
“La escuela debe tomar en cuenta que la situación en que se encuentre su familia, su barrio, su salud, su economía, dice mucho de ese niño, de cómo asumirá la educación, de cómo es ese niño. Y eso es indispensable para asegurarse que los contenidos lleguen a donde deben llegar, se graben en su ser y se conviertan en herramientas para enfrentar una vida difícil”, expresó la profesional.
Valeria Bosnjak, preventora escolar, explicó que hay informaciones y datos que ayudan a construir la historia del niño, lo cual permite trabajar con él de manera más asertiva. La profesional relató: “Ocurrió una vez que llegaba la queja recurrente de una maestra respecto de un niño que no podía quedarse quieto, no se quedaba sentado ni en el comedor de la escuela. Se convocó a los padres, la maestra y la directora hablaron con ellos. La madre se mostraba interesada en que el niño mejorara en la escuela, y siguió al pie de la letra las indicaciones de la maestra. Sin embargo, el niño continuaba comportándose de la misma manera”.
La trabajadora social de la escuela se dirigió al hogar del niño, en busca de nuevas herramientas, ya que en la escuela el niño no podía incorporar hábitos ni aprendizajes, tenía fuertes problemas de integración, porque sus compañeros se exaltaban y evitaban socializar con él. “Cuando la profesional llegó a la casa del niño comprendió –concluyó Bosnjak--. El hogar era una sola habitación sin ventanas, donde vivían los siete integrantes de la familia. En la casa del niño que no se quedaba sentado: no había ni una sola silla”.