28 junio 2010

Música

Como hace cuarenta años
Toquinho y María Creuza
dieron vida a La Fusa


(Por Esteban Landucci) Hay discos que sin que se sepa muy bien cómo se erigen como portadores de un valor adicional al de la placa como obra. Son aquellos que podríamos definir como trascendentales. Sin ningún lugar a dudas el disco “En La Fusa” que en 1970 grabaron Vinícius de Morães, Toquinho y María Creuza es uno de ellos. Se trata de una obra maestra que situó de una vez y para siempre a la bossa nova como principal capital musical de Brasil en el mundo. Tanto así que 40 años después dos de sus protagonistas siguen haciendo giras mundiales para rememorar aquella placa. Toquinho y María Creuza se presentaron en el inmejorable marco del teatro El Círculo el pasado 17 de junio para interpretar las canciones que marcaron para siempre sus carreras y homenajear al hacedor de esa unión musical, el extinto Vinícius.

La Fusa es el nombre de un legendario local marplatense en el que este trío de artistas, junto a los argentinos Mario “Mojarra” Fernández y Enrique “Zurdo” Roizner, presentaron composiciones de Vinícius con Tom Jobim (“A Felicidade”, “Garota de Ipanema”), Caetano Veloso (“Irene”), Badem Powell (“Samba en Preludio”) y las primeras con el joven Toquinho. Este último recién empezaba a hacerse conocido por haber realizado una gira en Italia con Chico Buarque. María Creuza, en cambio, fue un descubrimiento de Vinícius. Tenemos entonces a uno de los padres del género, un joven guitarrista promesa y una ignota cantante de Bahía, en un ambiente bohemio y familiar. Es por eso que Vinícius decide grabar las canciones en estudio y los sonidos ambientales del antro porteño, para reflejarlo mejor.
Cuatro décadas después, Toquinho y María Creuza chicanearon al tango y el peso de la historia y se presentaron en el teatro El Círculo en el marco de su gira mundial “40 años no es nada”. Hubo un lleno casi total. Los precios de las entradas evidenciaban que este tipo de música es disfrutada por quienes suelen veranear en Brasil; el público está compuesto por adultos de 40 años en adelante y muy pocos jóvenes, en su mayoría acompañados por padres. En uno de los balcones de la derecha pudo observarse al intendente Miguel Lifschitz disfrutar de la velada musical y aplaudir eufóricamente a los artistas; está claro que no asistió como figura sino como aficionado.
Curiosamente uno de los mejores momentos del recital fue la primera interpretación, en la que no se encontraban ni María Creuza ni Toquinho sino la banda que desde hace ya varios años acompañan a este último. Con una desenfrenada composición mezcla de bossa y jazz, el bajista Ivani Sabino y el baterista Pepe Delía ejecutaron una base sobre la cual la formidable pianista Silvia Goes dio vuelo a todo su talento. Sus movimientos y apariencia hacen pensar que está un poco loca y que por eso es tan buena. Terminada la interpretación y la correspondiente gran ovación, cuando se hizo el silencio, alguien desde el público expresó lo que ya todos pensaban, le gritó “genia”. Segundos después entraba en escena María Creuza.
La robusta cantante de Bahía golpeó al público directamente con un clásico ya inmortal, entonando la frase más repetida cuando la selección verdeamarelha pierde: “Tristeza nao tem fim, felicidade sim”. Se trata de una poesía que obvia la impronta alegre de los brasileros y describe a la felicidad como una excepción en el normal estado de tristeza. Dice cosas como “la felicidad de un pobre se parece a la gran ilusión del carnaval: la gente trabaja por un año entero por un momento de sueño”.
Después de algunos temas de su carrera solista el show comenzó a decaer. La voz de María Creuza no se sostuvo por sí misma, necesitada de coros e intervenciones. Además la cantante de Bahía debió leer las letras de algunas canciones, lo cual restó en su fuerza interpretativa. Su actuación tocó fondo cuando invitó al escenario al cantante Santiago Burastero para hacer un tango. En este momento ambos se retiraron del escenario para dar paso a Toquinho.
El gran maestro de la guitarra brasilera inició su show personal con una curiosa interpretación algo funk de “Tarde em Itapoá” para luego realizar un recorrido por algunos de sus temas propios y ejecutar varias canciones instrumentales en las que probó su valía como virtuoso guitarrista. Otro gran momento de la noche fue el homenaje que hizo a uno de sus maestros, Paulino Nogueira, interpretando una pieza de Johan Sebastian Bach.
Entonces volvieron a unirse, como hace 40 años en La Fusa, Toquinho y María Creuza en el escenario. La música también dio vida al poeta Vinicius de Morães. Se sucedieron “Tomara” (“La cosa más divina que hay en el mundo es vivir cada segundo como nunca más”), “Lamento No Morro”, “Que Maravilha” y “Berimbau-Consolação”. Ahora sí, la unión de ambas voces fue correcta y salió con total naturalidad, recordando a la perfección del disco que se basa precisamente en la riqueza vocal. La principal diferencia con la plata es el piano a cargo de “la mejor pianista de la Bossa Nova en el mundo”, según Toquinho.
Llegó el final con los mejores y más emocionantes temas. Primero con “Minha Namorada” y luego Toquinho se encargó de explicar porqué “Samba em Preludio” es su composición favorita del género. Se trata de un tema con dos líneas melódicas diferentes y superpuestas; dos canciones independientemente hermosas en una. La interpretación fue incluso mejor que en el disco, logrando un mejor clímax en el final, cuando las dos canciones se unen. Parecida en su estructura fue la siguiente canción, “Canto de Ossanha”. Se despidieron saludando a Vinicius y recordándole que lo van a amar para toda la vida con “Eu Sei Que Vou Te Amar”, y “Si Todos Fossem Iguais a Vocé”. El cierre definitivo lo dieron con la festiva “A Tonga da Mironga du Kabuleté”, con un Círculo de pie y cantando en portugués. Como hace cuarenta años en Mar del Plata, con Vinicius. Como en La Fusa.