12 septiembre 2011

Muestra de Salvador Dalí

Surrealismo en el Castagnino

(Por Ailén Echaguibel) Cuando el sol del octavo jueves primaveral de septiembre se escondió, amarillas lamparitas iluminaron el imponente museo Castagnino, mientras el público se hacía presente. Al ingresar, la visibilidad se inundó de rostros de diversas edades y estilos, ansiosos por descubrir el contenido que descansaba en la planta alta.

Se escuchó una grave voz femenina y el público la siguió. Detrás de las amplias escaleras de mármol un gran salón dio la bienvenida al público y la oradora del museo hizo las presentaciones pertinentes, dando por inaugurada la tan esperada exposición: Dalí. Los ojos del Surrealismo.
Al subir, al fin, los escalones, la sensación de ansiedad era más fuerte. Al llegar a la puerta una gigantografía con el rostro de Salvador Dalí decía: “¿Por qué usa usted ese bigote? Para pasar inadvertido”. Al traspasar la puerta cientos de obras esperaban ser vistas.
Una cara particular era la de este especial artista de mirada penetrante y ojos grandes, con el detalle único del bigote engominado y estirado hacia arriba. Su locura especial le daba vida a sus obras. No por nada es el padre del Surrealismo y, como tal, un propulsor de las libertades individuales.
La exposición Dalí. Los ojos del Surrealismo está integrada por más de 300 obras de este gran artista, las cuales abarcan un período que va desde 1950 hasta la década del ’80. En la misma se pueden encontrar diferentes producciones: grabados, platas, esculturas, serigrafías y litografías originales. La mayoría de estas obras son poco conocidas por el público en general y fueron provistas por Enrique Sabater, secretario y administrador de Salvador Dalí, a coleccionistas argentinos con el fin de difundir su obra.
La gente llenó los pasillos de la muestra y el calor inundó las salas. Muchas son las series exhibidas como Los Quijotes de Dalí, que en sus marcos dorados fueron una preferencia del público, caracterizados por un delicado trazo de pluma. Por otro lado, un poco incomprensible a primera vista, se presentaba el Tarot, que contenía una simple pero imprescindible explicación al costado de cada pintura.
Excelente presentación de las obras, destacando los marcos en combinación precisa con las características de cada una. No podía faltar la puntual iluminación, indispensable para lucir de manera eficaz los trabajos de un exquisito artista de la índole de Dalí. No sólo predominaba la perfección en la calidad de las obras sino también el ensamblaje que poseían. Los 10 mandamientos se caracterizan por ello. Además se destaca la serie de plata, Los Deportes, compuesta por las medallas oficiales de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984.
Entre las esculturas, se apreció el famoso ícono de Dalí, La persistencia de la Memoria, más conocido como el Reloj Blando. Además largas colas se formaban para poder observar los efectos ópticos de dobles imágenes, poco conocidos, como Gala mirando el mar Mediterráneo y que a 10 metros se convierte en el retrato de Abraham Lincoln.
La inmensa variedad de obras que realizó este maestro del arte incita a pensar en su inteligencia y genialidad para poder utilizar tanta multiplicidad de técnicas. Gustavo Berenguer, subdirector administrativo del Castagnino, informó que alrededor de 800 personas concurrieron al museo el día de la inauguración para deleitarse con la exposición. Ese público se fue a gusto con la muestra y en más de un caso destacando que fue “más de lo que esperaba”, “muy extensa” y “con muchísimas obras”. O bien “impecable”, tal como pronunció un amante del Surrealismo que refiriéndose a Dalí dijo: “Es el rey del surrealismo, sin ninguna duda”.