07 junio 2010

Investigación

Los peces extraidos
del Paraná contienen
químicos perjudiciales

(Por Alfonso Albornoz y Juliana de Bernardi) En los últimos años la fauna ictícola del río se ha reducido en cantidad y en tamaño. Los motivos son la sobrepesca, acompañada de la cantidad de químicos que provocan perjuicios irreversibles en los organismos y causan también la disminución del oxígeno.

Con su piel curtida por el sol del río, a las once de la mañana Nelson, “El Tucumano”, muestra un arduo trabajo, que ya lleva veintitrés años. En el oleaje del río, su gran hermano y compañero de anécdotas, saca los peces que después vende para llevar un plato de comida a casa. En las pasivas y solitarias jornadas de pesca de sábalo extiende su red para llenarla, después de dos largas horas de haberla hecho caminar por el fondo del Paraná.
A la espera de que prenda algún pez cuenta que abajo hay muchos objetos perdidos, desde troncos hasta naufragios. Pero ahí, en el lecho, no sólo se encuentra todo un cementerio de recuerdos olvidados, sino que también hay contaminantes que parecen ser bombas de tiempo si no se los tratan en su debido momento. Son armas tan peligrosas como las que se encuentran en la superficie. Ellos vienen de las pasteras, cloacas, campos de soja en las islas de Victoria e industrias de la zona de influencia de Rosario. Tóxicos, químicos, metales pesados, componentes de difícil degradación, desechos que se acumulan en el río, que contaminan su fauna, y por ende a todos los que se alimentan y beben de él.
Nelson sabe que la contaminación avanza como la corriente. Aunque no cree que afecte a los peces que desenreda de su red. Es una tarea mecánica, ya casi inconsciente, que lo empuja a formar parte de la larga cadena de personas que ignoran la verdad y el alcance del daño. Deterioro, que tantos años de descuido le causó a uno de los cursos de agua más grandes y extensos de la Argentina.
No obstante, la ecuación es sencilla, el hombre se encuentra en la cima de la cadena alimenticia y al obtener productos contaminados del Paraná la intoxicación se traslada del mismo modo a él. De hecho todas las personas poseen, en mayor o en menor medida, “una concentración media de elementos químicos y tóxicos” en sus cuerpos. Así lo aseguró Mircko Moskat, del Taller Ecologista Rosario. Tan sólo por existir o vivir en un ámbito urbano, se detectó en los individuos altos niveles de pesticidas en sangre. Ejemplo de ello son los vecinos del barrio Malvinas Argentinas, ubicado en la zona noroeste de nodo Rosario. El estudio fue realizado por el Taller Ecologista, en el 2006, con la colaboración de organismos internacionales y la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
En el Paraná hay distintas fuentes contaminantes: por un lado se encuentran los desechos cloacales sin tratamiento que se vierten al río sin control alguno. En Argentina nada más se tratan el diez por ciento de estos efluentes. La situación impacta directamente sobre la calidad del agua, principalmente en la vecindad de las ciudades.
Entre Rosario (sobre el río Paraná) y Buenos Aires (sobre el río de La Plata), las descargas de líquidos cloacales se realizan sin tratamiento previo, situación que se repite en otros cursos de agua.
Monitoreos realizados en el Paraná Medio en 1994 muestran un promedio de 609/100 mililitros de coliformes fecales, con una mediana de 210/100 mililitros, excediendo los valores propuestos por Argentina para actividades recreativas con contacto directo (200/100 mililitros). Sin embargo no hay una política de medio ambiente seria que trate el tema de manera adecuada y las cifras antes mencionadas se elevaron a más del cien por ciento en la ultima década. Los que trabajan en el río saben que cada vez la contaminación trae mayores problemas. Por eso, Nelson cuenta que últimamente encuentra cada vez menos cantidad de peces en las zonas de pesca. Él mismo reconoce que los tóxicos que hay provocan una masiva mortandad en la fauna ictícola, el tema le preocupa, pero no llega a comprender la magnitud del desastre.
Lo más preocupante de la emisión de estos compuestos, y que causa cierta incertidumbre, es el daño que provocan en el desarrollo de la vida humana. Son fuentes de cáncer, insuficiencia cerebral, a la vez que alteran el sistema nervioso central y respiratorio, incluso una continua exposición a sus efectos provocaría un estado de coma. Entre los químicos se encuentran los pesticidas y productos de uso agrícola, como así también las emanaciones no intencionales en las quemas de residuos y elementos que tiene en su composición cloro (dioxinas y furanos).
De hecho, lo que más arriba se menciona está inspirado en las palabras de Cecilia Bianco, integrante del Taller Ecologista Rosario: “El Ser humano es el último eslabón en la cadena alimentaria y teniendo en cuenta que los contaminantes orgánicos persistentes (COP) se bioacumulan y biomagnifican, cuando se ingiere un pescado contaminado con COP, a la persona le ingresan todos los COP que ese animal haya acumulado”.
Para variar, el río Paraná cuenta con niveles elevadísimos de estos químicos. Es una cadena de envenenamiento que termina en las personas. Estos elementos llegan allí por varias fuentes, desde la emisión de tóxicos por parte del parque industrial de la región, como por ejemplo la planta de Celulosa Argentina, hasta la utilización de los humedales, en frente de la costa rosarina, como campo de cultivo de soja.
Por un lado la empresa ubicada en Capitán Bermúdez posee un tratamiento clorado para blanquear pasta de celulosa, lo cual produce dioxinas y furanos que llegan al principal curso de agua de la región y no sólo lo contamina, sino que causa estragos en la biodiversidad del río. Por otra parte la producción de soja en las islas genera un serio problema en el desarrollo saludable del ecosistema del Paraná, dado que llegan a él a través de los sistemas de riego todos los agroquímicos y pesticidas utilizados en las plantaciones.
Otro de los datos que aportó Cecilia Bianco fue que desde el Taller no tienen conocimientos de estudios que contengan niveles de metales pesados y COP en los peces que se ofrecen a la vera del Paraná. Pero aseveró que existe un análisis muy reciente hecho por el doctor Colombo, compañero de la misma institución, sobre sábalos pescados a la altura de importantes ciudades de la zona y que por supuesto tenían en su cuerpo Compuestos Orgánicos Persistentes.
En diciembre de 2004 la Argentina adhirió al Convenio de Estocolmo a través de una ley que fue publicada en el Boletín Oficial en enero de 2005. El tratado regula la emisión de los Componentes Orgánicos Persistentes y presiona a las Naciones adherentes para disminuir la exposición de estos tóxicos. Lo cual quiere decir que en el país están prohibidos. Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa, y en todos los casos mencionados anteriormente se los utiliza como parte del proceso de producción.
En resumen, la vida en el río Paraná se encuentra en un creciente riesgo. Pero no sólo ella es la única perjudicada, sino que también todos aquellos que viven de este curso de agua tan preciado. Los ciudadanos que consumen sus productos, que beben de él, o simplemente se bañan en sus aguas los días de calor están expuestos a toda una serie de posibles consecuencias gravísimas para su salud. Incluso Nelson, el pescador, después de tantos años de trabajo y exposición a los químicos y desechos, es posible que en un futuro cercano desarrolle algún tipo de cáncer o afección respiratoria. De esta manera, estos dos entrañables compañeros de anécdotas y largas jornadas de trabajo arduo, el Tucumano y su río, están expuestos a un peligro latente. Depende de todos tratar de frenarlo.